El contenido de un entrenamiento en presentaciones orales puede abordarse desde distintas perspectivas. Una de ellas implica centrarse en el mecanismo mediante el cual una situación cualquiera, o más concretamente la de dirigirse a una audiencia, genera estrés y ansiedad. Este mecanismo no es otro que el de la evaluación que hacemos respecto a la situación y a los recursos que tenemos para afrontarla.
A poco que reflexionemos llegaremos a la conclusión de que cada persona reaccionamos de forma distinta ante situaciones similares. No somos iguales, no tenemos las mismas experiencias ni percibimos las situaciones del mismo modo, siendo así que diferimos también en cómo interpretamos y reaccionamos ante acontecimientos similares.
Un ejemplo común es el miedo a hablar en público, temor muy extendido entre la población general[i]. Así, aunque algunas personas se muestran confiadas cuando tienen que dirigirse a una audiencia, otras se sienten abrumadas ante la posibilidad de hablar a un pequeño grupo de oyentes. En gran medida esto se debe al proceso de evaluación cognitiva que media entre la percepción de una situación y nuestra respuesta emocional y conductual.
La Doble Evaluación
Frente a una situación potencialmente estresante, realizamos una doble evaluación:
- Primaria. En la que se analizan las demandas de la situación, sus exigencias, y si tal situación puede depararnos algún daño o beneficio.
- Secundaria, donde valoramos si poseemos la capacidad suficiente para hacer frente, con éxito, a la situación.
A primera vista, este planteamiento puede parecer un tanto técnico, sin embargo, su lógica es sencilla de entender.
Siempre que nos planteamos una tarea para alcanzar un objetivo, evaluamos su dificultad y el grado en que estamos preparados para llevarla a cabo. Por ejemplo, si he de atravesar nadando un ancho canal de aguas, en primer lugar, evaluaré la distancia que separa ambas orillas, la temperatura del agua y del exterior, la velocidad de la corriente, y otras consideraciones que me permitirán hacerme una idea de la dificultad de pasar de una orilla a otra.
Pero esa evaluación, llamémosle primaria, no es única. También valoraré mi destreza como nadador, la forma física en la que me encuentro, mi rendimiento en otras experiencias más o menos similares, y con qué equipo cuento. En definitiva, revisaré qué recursos poseo para abordar la tarea de cruzar el canal (evaluación secundaria).
Lógicamente, si el resultado de esta doble evaluación es que no dispongo de las capacidades y recursos razonablemente suficientes para alcanzar el objetivo, la idea de cruzar a nado me provocará cuando menos cierta ansiedad. Si no directamente una sensación más identificable con el miedo que con otra cosa. Pero si la conclusión de la evaluación es que sí dispongo de las capacidades y recursos para enfrentar la actividad con éxito, probablemente la idea de cruzar el canal a nado se me represente como un reto más que como una amenaza.
En resumen, de esta doble evaluación va a depender que perciba la situación en términos de amenaza o de desafío.
El Temor a Hablar en Público
Si extrapolamos lo anterior al caso del miedo a hablar en público, la evaluación primaria nos permite establecer las exigencias de la situación. Estas se identifican mediante el análisis del contexto en que se va a producir la intervención, la relevancia para mis objetivos profesionales y personales, o las personas que van a asistir. Así mismo, el objetivo que me planteo conseguir con mi discurso público, o el tema sobre el que va a versar este.
De otra parte, y de forma inevitable, evaluaré los recursos disponibles. Y me refiero tanto a los personales como a los instrumentales. Así, consideraré mis conocimientos sobre el tema, la experiencia previa en situaciones similares, mi capacidad para mantener la activación fisiológica de mi organismo bajo control. También, mis habilidades de comunicación y el conocimiento que poseo sobre las técnicas de preparación y desarrollo de presentaciones orales.
Evidentemente, percibiré la situación como una amenaza en el momento en que evalúe que no tengo los recursos necesarios para enfrentar esa situación. No hace falta insistir en que esto puede desencadenar una respuesta emocional intensa y negativa, consistente en miedo, ansiedad o, incluso, el bloqueo mental. Muy distinto a cuando el resultado de la evaluación es reconocer la situación como un desafío.
Es importante señalar la diferencia entre amenaza y desafío. En ambos casos el organismo se movilizará, pero las emociones concomitantes serán estimulantes (impaciencia, excitación, etc.) en el desafío, y de miedo y ansiedad en la amenaza.
En definitiva, mediante la evaluación secundaria valoramos si poseemos la capacidad suficiente para hacer frente a las exigencias de la situación. Es decir, si es posible prevenir el daño o maximizar los beneficios que el escenario nos ofrece. Esta evaluación está muy relacionada con la evaluación primaria, ya que estimamos las demandas de la situación en la evaluación primaria, y es sobre esta que discernimos ahora si tenemos los recursos para enfrentarla. Tras esta doble evaluación, seleccionamos la respuesta: desde no hacer nada o escapar de la situación (evitar la posibilidad de hablar en público), hasta hacerle frente y controlarla.
La Formación Instrumental en el Entrenamiento en Presentaciones Orales
Por tanto, una buena estrategia para sustituir la evaluación que hacemos de una situación como “amenazante”, por otra cuyo resultado sea considerarla “un reto”, es mejorar las expectativas que tenemos sobre nuestra capacidad de enfrentarla adecuadamente.
Como es lógico, un programa de entrenamiento en presentaciones orales orientado a afrontar el temor a hablar en público ha de incluir técnicas para el manejo de la ansiedad y el estrés. Por ejemplo, las que se dirigen a la reducción de la tensión física (relajación y respiración). Al igual que aquellas otras técnicas cognitivas que nos proporcionan capacidades de autocontrol, como son las auto instrucciones y la reestructuración cognitiva (proceso que implica identificar y cambiar patrones de pensamiento disfuncionales o irracionales).
Pero independientemente de las estrategias citadas de autocontrol y reducción de la ansiedad que incorporemos en nuestro repertorio de habilidades y competencias personales (que sin lugar a duda nos proporcionarán mayor seguridad frente a una audiencia), disponemos de otra vía para incrementar nuestros recursos para afrontar las exigencias de la situación: las habilidades instrumentales.
En el contexto del entrenamiento en presentaciones orales, me refiero a las habilidades instrumentales como aquel conjunto de destrezas técnicas y prácticas que se pueden enseñar y desarrollar para mejorar la presentación y el discurso de una persona.
Es así como un buen diseño, junto con una buena planificación y organización de la presentación pública, ofrecen una seguridad que no se obtiene de otra manera. Ello conlleva que la evaluación secundaria (recuerde, aquella relacionada con la capacidad para enfrentar con éxito una situación exigente) tienda a ser más favorable.
La ecuación es simple. Añado recursos que me hagan más competente frente a las demandas de la situación. Lógicamente, esto facilitará que evalúe aquella más como reto que como amenaza.
Pero también debe implicar a otras habilidades instrumentales necesarias para hablar en público. Por ejemplo, incorporando técnicas para idear y seleccionar los mensajes, organizar y estructurar las presentaciones. O mejorar la comunicación verbal y no verbal, emplear figuras retóricas y utilizar recursos audiovisuales como apoyo.
Saber diseñar, organizar y desarrollar una presentación aporta seguridad y confianza
La Exposición como Componente Clave del Entrenamiento en Presentaciones Públicas
El entrenamiento en presentaciones orales también debe incluir la exposición ante una audiencia; y ello por dos razones básicas.
En primer lugar, facilita a las personas enfrentar la acción de hablar en público gradualmente, lo que hace posible ganar confianza y generar expectativas de autoeficacia[ii]. Por otra parte, les permite adquirir experiencia y, por consiguiente, mejorar las habilidades de oratoria y de reducción de la ansiedad.
Al respecto, no es necesario enfrentarse a un gran auditorio para mejorar. Incluso la práctica ante un grupo reducido de personas ayuda a reducir la ansiedad y, por supuesto, perfeccionar las técnicas de exposición oral. Como es obvio, la experiencia se gana progresivamente. Así, cualquier situación que ofrezca la posibilidad de dirigirnos a un grupo representa una oportunidad para avanzar.
En síntesis, el entrenamiento y la exposición son clave para superar el miedo a hablar en público. Al exponerse a situaciones de estrés, se desarrollan habilidades de afrontamiento y se gana experiencia. Esto facilita la mejora de las habilidades de oratoria y autocontrol, lo que permite gestionar el estrés y aumentar la confianza en uno mismo.
Pero antes de finalizar este artículo, quiero insistir en que, cuando nos dirigimos a gestionar el miedo y el estrés ante una presentación pública, el objetivo no es que haya un grado de activación fisiológica bajo, sino manejable. Abordar relajadamente una presentación oral no es la mejor alternativa. Como nos enseña la investigación científica, para alcanzar un buen rendimiento es necesaria cierta tensión. Una breve reseña sobre este tema puede encontrarse en este enlace.
Cómo citar este artículo:
Talavera, C. (2023, 5 de marzo). Entrenamiento en Presentaciones Orales y Temor a Hablar en Público. Consultado el __ de _________ de 20__ en https://www.presentacionespublicas.com/entrenamiento-en-presentaciones-orales/
[i] Stein, M. B., Walker, J. R., Forde, D. R. (1996). Public-Speaking Fears in a Community Sample: Prevalence, Impact on Functioning, and Diagnostic Classification. Arch Gen Psychiatry. 53(2):169–174.
[ii] Las expectativas de autoeficacia se refieren a la percepción que tiene una persona sobre su capacidad para llevar a cabo una tarea específica. Concretamente, que la persona sabe qué hay que hacer para obtener un resultado; al tiempo que esa persona cree que está en condiciones para realizar lo que hay que hacer. En el caso de hablar en público, las expectativas de autoeficacia se refieren a la creencia de que se es capaz de realizar una presentación efectiva ante una audiencia. El término “expectativas de autoeficacia” fue introducido por el psicólogo Albert Bandura.