Capítulo 1
LA NATURALEZA DE LAS PRESENTACIONES PÚBLICAS
Capítulo 2
ESQUEMAS Y MARCOS COGNITIVOS
Capítulo 3
PERSUASIÓN. ACTITUDES Y PROCESOS COGNITIVOS
Capítulo 4
PRESENTACIONES INFORMATIVAS
Capítulo 5
PRESENTACIONES PARA LA FORMACIÓN
Capítulo 6
MENSAJES EMOCIONALES
Capítulo 7
ARGUMENTAR PARA PERSUADIR
Capítulo 8
DISEÑO DEL MENSAJE PERSUASIVO
Capítulo 9
ORGANIZACIÓN DEL MENSAJE PERSUASIVO
Capítulo 10
EL ESTILO EN EL MENSAJE
Capítulo 11
NARRACIÓN PERSUASIVA
Capítulo 12
DESARROLLANDO LA PRESENTACIÓN
Capítulo 13
PRESENTACIONES MULTIMEDIA
Capítulo 14
VISUALIZACIÓN Y PERSUASIÓN
Capítulo 15
AFRONTAR EL TEMOR A HABLAR EN PÚBLICO
Esta son algunas de las preguntas que nos hacemos al planificar una presentación. Y es que esta tarea no es nada fácil. En cualquier caso y antes que nada deberá formular el objetivo principal. Este es el que va a imprimir dirección y sentido a la intervención, el que orientará sobre qué respuestas dar a las preguntas anteriores y a tantas otras que surgen al empezar la preparación de una presentación oral.
Los objetivos pueden ser de distinta naturaleza. No es lo mismo impartir una conferencia, mostrar un producto a un grupo de potenciales clientes o inversores, exponer los resultados de explotación de una empresa a los accionistas, presentar un proyecto a desplegar en la organización, exponer las conclusiones alcanzadas en el plenario de un congreso, informar sobre los resultados de una investigación o impartir una sesión de formación. Por citar solo algunos de los contextos en los que puede enmarcarse una presentación.
El objetivo condicionará absolutamente la planificación de la intervención y también su desarrollo y enfoque, que variará según pretendamos informar, inspirar o motivar. O las tres cosas a la vez, ya que las presentaciones públicas suelen tener más de un propósito, incluido el de persuadir.
De una forma u otra, la comunicación de ideas está en la base de toda presentación pública, esto es evidente. Cuando intervenimos ante una audiencia, sea del tipo que sea, intentamos influir en el comportamiento de los demás, en sus actitudes y creencias, lo que piensan, sienten y hacen.
Los Ángulos de la Persuasión
El joven entró en la estación de metro, abrió el estuche y sacó cuidadosamente el violín. Tras unos primeros compases, sus dedos comenzaron a recorrer el mástil con extraordinaria agilidad, mientras ejecutaba la Partita número 2 en Re menor, de Bach, una de las piezas más difíciles de dominar. Le siguieron el Ave María, de Schubert, y la «Estrellita», de Manuel Ponce. Ataviado con vaqueros, camiseta y una gorra, sus notas dibujaban un sonido penetrante y afinado, una melodía de tono cálido y de gran plasticidad, impregnando la atmósfera de belleza.
Durante cuarenta y tres minutos pasaron por la estación 1097 personas. Siete pararon su marcha para escucharle; veintisiete “colaboraron” depositando en el estuche un total de 32,17 dólares. Sin embargo, tres días antes nadie pagó menos de 100 por asistir al concierto que dio en el Boston Symphony Hall con su Stradivarius valorado en más de tres millones de dólares. Porque Joshua Bell es un virtuoso del violín que debutó en su primer concierto con cuatro años y, ya como solista, a los catorce.
En 2007, el diario The Washington Post le propuso hacer este “experimento social” para probar en qué medida un genio de la interpretación sería reconocido en un contexto incongruente.
Se preguntará qué relación tiene esta experiencia con el tema que nos ocupa. Conor Neill[i], experto en liderazgo, da una explicación a lo sucedido.
Bell se encontró en un contexto muy distinto al habitual. Bien que había ejecutado las piezas con igual maestría y pasión que en otros escenarios. Incluso el violín era el mismo que utilizaba en esas otras ocasiones y la acústica fue bastante razonable, teniendo en cuenta el entorno tan poco apropiado. Pero en lugar de tocar el violín en un acreditado auditorio, lo hizo en una estación de metro y de incógnito.
Cuando la gente acude a una sala de conciertos, sabe a quién va a escuchar y conoce, cuando menos, lo fundamental de la trayectoria del protagonista, lo que permite conferirle a aquél mayor o menor grado de reputación y credibilidad. En cualquier caso, el hecho de actuar en un auditorio de prestigio transfiere ese prestigio al artista. Lógicamente, en esto difiere de un espacio como la estación de un metropolitano, más propio de músicos callejeros.
Por otra parte, el contexto no es el mismo. Mientras que en una sala de conciertos todo está dispuesto para centrar la atención en el músico y facilitar la conexión con el público, la estación de un suburbano es radicalmente distinta, tanto por su configuración como por la intención de quienes por allí pasan, que no es otra que desplazarse de un punto a otro de la ciudad, generalmente con prisas.
Tenemos, así, la música, que equivaldría al contenido de un discurso; la reputación y autoridad artística del músico y, finalmente, la relación emocional con el público. Estos dos últimos ángulos, ajenos a lo que en principio es el factor primario que nos hace valorar una presentación oral o un concierto, fueron los que fallaron.
Ya en 2014, Bell volvió a extraer bellas melodías de su Stradivarius en el metropolitano. La actuación había sido programada y dada a conocer. ¿Qué cree que sucedió? Como era de esperar, fue un rotundo éxito ante una audiencia que, en respetuoso silencio, abarrotó la Union Station de Washington.
Nota
[i] Coronel, J., Poulsen, S. y Sweitzer, M. (2019). Investigación de la generación y difusión de información numérica errónea: un enfoque combinado de monitoreo del movimiento ocular y transmisión social. Investigación en Comunicación Humana. Vol. 46.